Ya pasaron, afortunadamente, estas hipócritas fechas de los compromisos sociales, los polvo(ron)es, comas etílicos, regalos obligados, hipócritas comidas de empresa, etcétera.
Ya enero; un año más para seguir avanzando, camino de nada. Los sueños, cada vez más escasos, apenas si se muestran a la hora de cerrar los ojos para seguir huyendo.
Hay una tristeza de goma quemada, intoxicándolo todo. Ya no veo a la chica de ayer, si me asomo a la ventana. Antonio Vega resiste con su música, la feroz acometida del tiempo y las ausencias. Antonio es un poeta del pop.
Mientras me horrorizo ante la voz cansada del viejo discurso de siempre, preparo proyectos con los que olvidar mi autorretrato, ese que escribí esta mañana y que, sin pudor alguno, cuelgo aquí.
AUTORRETRATO
Tengo uñas tristes,
Manos con mentiras,
Piel escamada y
Casposidad en sangre.
Dientes amarillos
De morder lunas
Junto a lobos amigos.
Y en mi cabello,
Caballos de nieve
Volviéndome
Cada vez más loco.
Y para la ciencia
Un cuerpo inútil.
Tras gafas horribles,
Mirada sucia tengo.
Y cierto dolor de alma.
Me ladran los perros
Y los niños me huyen.
Sí, ya me di cuenta:
¡Soy un monstruo!